sábado, 30 de octubre de 2010

¿IS THERE ANYBODY OUT THERE?


Desde Darwin a la fecha, las hipótesis sobre el origen de la vida inteligente han dado lugar a numerosos y apasionados debates. También es habitual discutir apasionadamente sobre la existencia de vida fuera de nuestro hermoso planeta azul. Hay nuevas opiniones al respecto.

Nick Lane de la University College London y Bill Martin de la University of Dusseldorf en Alemania sugieren que la probabilidad que la vida extraterrestre pueda evolucionar hasta un nivel de complejidad como el nuestro es muy baja, y que sólo puede darse una vez en millones de años.

Analicemos sus argumentos: todos los animales, las plantas y los hongos evolucionaron de un ancestro común, una célula eucariótica. A su vez, esta célula eucariótica evolucionó de una bacteria simple. El gran misterio es porque ello ocurrió sólo una vez, a pesar de que las bacterias simples existen desde hace millones de años.

Los científicos responden que la evolución desde células simples hasta variantes más sofisticadas implica requerimientos muy complejos de energía para asegurar la subsistencia de ese organismo más elaborado.

Para poder evolucionar, las células requieren más genes y más proteínas, por lo tanto deben ser más grandes. Al aumentar de tamaño, se reduce su área superficial (es la relación entre la superficie y el volumen). Al aumentar de tamaño aumenta sus requerimientos de energía. Ambas cuestiones: aumento del área superficial y aumento de su ingesta para producir la cantidad de energía adicional que requiere para su supervivencia, son procesos muy delicados que incluyen, entre otros, sistemas de control automático. Estos inconvenientes se solucionaron cuando la célula engulló bacterias para usarlas como generadores de energía: la primer mitocondria.

Al aumentar el número de mitocondrias, las células podían aumentar su área superficial sin contratiempos y normalizar el consumo de energía que necesitaban para su supervivencia. Una vez superado esta restricción, todo estaba dado para evolucionar hacia sistemas más complejos: la vida inteligente estaba en proceso.

Las hipótesis actuales planteaban que las células complejas evolucionaban primero y luego venían las mitocondrias; Lane y Martin sostienen que el proceso es tal como está descrito arriba. Como las células simples no se dedican a engullir a otras células simples, el proceso sólo ocurrió una vez en nuestro planeta y aquí estamos. Para que lo mismo ocurra en otros planetas deben pasar millones de años.

Como los principios químicos y biológicos son los mismos para todo el universo, resulta que los “marcianos” también necesitan mitocondrias. Y tal vez no vemos extraterrestres porque, simplemente, no existen.

jueves, 21 de octubre de 2010

EL CARTERO LLAMA MILLONES DE VECES


Millones de personas comenzamos nuestro día con una rutina de higiene personal, la ingesta de algún desayuno y nos acomodamos frente a una computadora para revisar el correo electrónico. Si les resulta familiar, es el momento de analizar que incidencia tiene esta última tarea en nuestra huella ecológica.

Un cálculo muy aproximado (es casi imposible encontrar valores exactos) dice que un uso intensivo del correo electrónico (incluyendo envío, filtrado y lectura) genera una huella ecológica de 135 kg. Es el 1% de un estilo de vida verde (consume 10 toneladas al año), y corresponde a un viaje de 300 km en un vehículo promedio.

No parece mucho, pero según los especialistas, el 78% de todos los correos entrantes son spam. Al año se envían 62 trillones de mensajes spam, resultando en un consumo de 32 billones de kwh de electricidad, y ahora sí, lo anterior produce 20 millones de toneladas de dióxido de carbono al año.

Los especialistas también aseguran que aproximadamente el 80% de ese consumo se gasta en recorrer la carpeta de spam para marcar correos a borrar y tratar de encontrar algún mensaje útil que por error se metió en la carpeta de spam. La energía utilizada para producir y enviar los spam es casi despreciable en comparación con el consumo en la búsqueda de ese mensaje equivocadamente almacenado en tal carpeta.

También es cierto que ese 22% de mensajes no spam (100 -78) involucran un mayor consumo de energía que los spam, porque uno ingresa al mensaje, lo lee y probablemente lo responda. Los correos spam solamente son recorridos sin ingresar a los mismos y se los borra inmediatamente, sin que se acumulen en demasía.

Más datos interesantes: un correo electrónico tiene 1/60 de la huella ecológica de una carta impresa que va por correo normal. Suena muy lindo y nos sentimos que ayudamos a salvar al planeta, hasta el momento en que hacemos el cálculo de cuantos mails mandamos y lo comparamos con las cartas impresas que hubiéramos enviado en el mismo período. Si ese número es mayor a 60, la triste realidad es que colaborando con los problemas ambientales del planeta.

¿Qué podemos hacer?: una de las ideas que empiezan a circular por la red es cobrar un centavo por mensaje. Es muy difícil de implementar, pero si se encuentra la manera se acabó el molesto spam. Se evitaría de emitir 20 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, los usuarios de correo electrónico dejaríamos de perder tiempo borrando mensajes molestos y el dinero recaudado podría servir para financiar investigaciones científicas relacionadas con el secuestro de carbono.

También nuestros desayunos serían más placenteros

sábado, 9 de octubre de 2010

UNA TRISTE HISTORIA DE AMOR


Estoy leyendo comentarios muy elogiosos respecto a la última novela de un escritor (desconocido para mí) nacido en la Unión Soviética (cuando todavía existía) que emigró junto a su familia a los Estados Unidos en 1979. Se trata de Gary Shteyngart y el nombre de la novela es “Super Sad True Love Story”. Sus anteriores novelas “The Russian Debutante’s Handbook” y “Absurdistan” le dieron cierta fama en el ambiente literario norteamericano.

Con alguna reminiscencia satírica a la original (y lacrimógena) película de los años 70 (Love Story) Super Sad True Love Story narra las idas y vueltas románticas entre un inmigrante ruso y una inmigrante coreana en New York, en un futuro cercano donde los libros ya no existen, una elite de multimillonarios puede comprar la vida eterna, la última moda son los jeans que permiten ver a través de ellos y los Estados Unidos están en guerra contra Venezuela.

En la novela, Shteyngart explica las características de un original dispositivo de persuasión social denominado "the äppärät". Se trata de un medallón que todos llevan colgado en el cuello, el cual trae toda la información personal de su usuario y permite que los demás no sólo sepan todo sobre uno, sino que además lo ubican en un ranking. En palabras del autor: “Uno ingresa a un bar e inmediatamente todos saben que es la decimoséptima persona más fea en el mismo, aunque por otro lado también saben que está cuarta en el ranking de crédito financiero. El aparato permite establecer rankings de personalidad y de atractivo personal; también tiene una especie de pad emocional, de forma tal que uno observa a una persona que le gusta, el dispositivo mide los latidos del corazón y se lo indica a esa persona, quien registra esa información y puede decidir aceptar o rechazar el intento de levante”.

El libro plantea el auge de la filosofía post-humana, con permanentes reemplazos de partes y órganos para vivir eternamente, pantallas que muestran los estados financieros personales en todas las esquinas que uno va transitando, el “texteo” o “twiteo” constante, consumo feroz y un estado de guerra que es negado por consenso por todos los habitantes de New York.

Shteingart enfatiza el rol creciente de la tecnología en nuestras vidas: “Pienso que eventualmente nos fundiremos con los dispositivos tecnológicos. Puesto que cada año pierdo un 6% de mi humanidad, para el año 2018 seremos un aparato andante. Cada persona tendrá que tener un äppärät ; en caso de no tenerlo, no será una persona civilizada, al menos en esa civilización que se viene”.

viernes, 1 de octubre de 2010

GUTEMBERG RELOADED


Hay una gran novedad en el tema de los libros electrónicos: K-NFB Reading Technology Inc. acaba de lanzar el Blio ™. Es un software de lectura gratis que puede ser bajado desde la página de la empresa. Se lo puede utilizar con las últimas versiones de Windows (XP, Vista y 7) y estará pronto disponibles para otras plataformas tales Android y con los IPhone.

Atrás del software está Ray Kurzweil, inventor del OCR (reconocimiento óptico de caracteres), del scanner plano y de numerosos dispositivos de lectura para ciegos. También está la empresa Baker & Taylor Inc, una empresa líder en la provisión de servicios multimediales digitales.

El programa compite en el área de los ibooks, donde sobresalen el Kindle de Amazon y el Nook de Barnes & Noble. Su gran ventaja respecto a los anteriores radica en su costo cero.

El software reproduce fielmente los colores, la estructura y los tipos de letras originales de la versión impresa del libro. Simula muy bien el movimiento de la tapa del libro, como así también el movimiento de las páginas. También permite la conversión de texto en voz, a partir de la digitalización de una voz masculina y una femenina. Se pueden insertar notas en cualquier lugar del texto, resaltar secciones y buscar referencias en la web, sin abandonar el texto que se está leyendo.

Hay igual que los otros lectores, tiene libros para bajar gratis y otros a diferentes precios. Al igual que los otros, el catálogo de libros no es grande (10.000 libros) ni incluye a los autores más reconocidos, pero se asume que con el tiempo, la mayoría de los escritores mandará su producción literaria hacia algún ibook.

El acceso a los contenidos es muy flexible, de modo que se podrá empezar a leer el libro en una PC y continuar la lectura en una notebook, en el camino al trabajo (o en el mismo trabajo). Por ahora, la principal objeción es que no se elimina la barra de tareas de Windows, por lo que no se visualiza a pantalla completa.

El libro electrónico genera intensas discusiones entre quienes aseguran que las sensaciones del libro impreso son inimitables, y quienes ya lo adoptaron como casi única fuente de lectura. La industria editorial está muy preocupada, y el Blio debería preocuparla aún más. En algún momento se llegará a un delicado equilibrio donde coexistirán ambas alternativas; por supuesto que para ello ocurra, el libro impreso deberá tener precios similares al de la versión electrónica. En Rosario, ciudad donde vivo, cada vez más las librerías están agregando otras actividades económicas a la tradicional venta de libros. Parece una sabia decisión.

viernes, 24 de septiembre de 2010

NO SOMOS NADA


¿A quién no le gusta el chocolate? Es probable que a muchos no le guste, pero seguro que son minoría. Para la mayoría de los mortales, a los cuales nos encanta el chocolate, hay buenas noticias: investigadores norteamericanos han completado la secuencia del ADN de Theobroma cacao, el árbol de cacao que da la materia prima para la elaboración de uno de los alimentos más exquisitos del planeta.

El proyecto, esponsoreado por Mars ─una de las empresas más importantes en la fabricación de chocolates─, podría servir para desarrollar árboles resistentes a enfermedades, frutos más sabrosos y mayores rendimientos por hectáreas. Entre los beneficiarios del proyecto están las empresas productoras, los seis millones de granjeros que producen cacao en zonas tropicales y los millones de consumidores de chocolate.

Es otro gran avance de la ciencia genómica. Si bien no hay números exactos, se calcula que ya son 180 las formas de vida con secuencia genética completa. Es una lista muy heterodoxa integrada por: arroz, trigo y uvas; levaduras, chimpancés y perros; la mosca de la fruta, ratas usadas en laboratorios de investigación científica y gallinas; microbios que incluyen a la plaga bubónica, lepra y el parásito de la malaria; y por supuesto el ser humano, autor de todos esos estudios.

Ahora parece más fácil, pero hace sólo 20 años la idea de completar la secuencia del ADN pertenecía a la ciencia ficción. Un poco de historia: el ADN (ácido desoxirribonucleico) fue aislado por primera vez en el laboratorio en 1944. el mérito por la descripción de su estructura fue otorgado a Francis Crick y James Watson, quienes lo completaron en 1953. Luego apareció Frederick Sanger, quien en 1975 encontró una manera de leer la secuencia del código genético. Otro hito en la historia de la genómica fue la invención de la huella genética por el científico inglés Alec Jefreys: es una técnica que permite diferenciar entre individuos de la misma especie a partir de muestras del ADN. La huella genética se utiliza en medicina forense para identificar a sospechosos de actos criminales a partir de muestras de sangre, cabello, saliva o semen. Ha permitido inculpar o exonerar a muchísima gente; también ha dado tema para los guionistas de innumerables series de televisión. La historia del descubrimiento del ADN tiene también su “toque humano” a partir del rol cumplido por Rosalind Franklin en la investigación. Lamentablemente, Franklin falleció de cáncer en 1958, a los 37 años de edad, originando una controversia que aún hoy continúa.

En 1995 se logró la primera secuencia genética: se trató de una simple bacteria. Luego le siguieron la levadura, un gusano nematodo y la mosca de la fruta. La secuencia del ser humano se completó en el año 2000: todo un símbolo para quienes gustan de los números redondos. A partir de la evolución incesante en la potencia de cálculo de las computadoras, en sistemas de control automático, y la notoriedad y dinero involucrado en los experimentos con ADN, sólo podemos esperar que la genómica se desarrolle a pasos agigantados.

Este desarrollo tendrá consecuencias: desde el descubrimiento de curas para enfermedades hoy sin solución a la obtención de plantas y animales con propiedades específicas (¿maíz con sabor a cacao?). Tal vez sea parte de la solución para alimentar a un mundo superpoblado y evitarnos tener que migrar a otros planetas. También da material para que los luditas verdes avancen con sus profecías apocalípticas. Hay todo un conjunto de implicancias éticas y morales que deberían discutirse y tratar de arribar a ciertos acuerdos básicos.

Un resultado inesperado: los seres humanos tenemos alrededor de 30.000 genes, el cacao tiene más de 35.000 y se considera que el trigo anda por los 40.000. Puede gustarnos o no el chocolate, pero ¿quién esperaba tener menos genes que el cacao o el trigo? Es otro punto a favor de aquellos que opina que el tamaño no importa.

domingo, 19 de septiembre de 2010

ALLÁ VAMOS


El dilema de la superpoblación en el planeta es un tema inevitable para quienes analizan el futuro mediato. La tendencia es muy clara: la población aumenta, la expectativa de vida se alarga, el consumo de energía y alimentos crece significativamente, pero hay una restricción fundamental: el planeta que nos aloja es el mismo de siempre.

Podemos (y debemos) ahorrar energía, reciclar el agua, consumir menos, pero siempre hay un límite inferior para la huella ecológica individual y si no se frena el aumento de la población, inexorablemente no habrá recursos para todos.

Un grupo de científicos reflota una vieja idea para darle una solución parcial al problema: la colonización del espacio. Si bien la cara más conocida de ese grupo es Stephen Hawking, uno de los que más interviene en el debate es el historiador Roger Launius, curador del Smithsonian National Air and Space Museum.

Launius defiende fervorosamente la idea de colonizar el sistema solar. Es conocido que algunas bacterias pueden sobrevivir en el espacio exterior, pero no el ser humano. Por lo cual hay, a la fecha, sólo dos soluciones posibles para poder vivir en otro planeta: crear artificialmente una biosfera donde podamos habitar o modificarnos radicalmente para poder adaptarnos a las condiciones del nuevo habitat.

Estas modificaciones tan radicales nos transformarían en cyborgs: un organismo viviente que es una combinación de partes orgánicas y partes electromecánicas. Dicho en términos algo más crudos: en parte humano, en parte máquina.

Según Launius el enfoque no es tan dramático si consideramos los millones de seres humanos que sobreviven o mejoran su calidad de vida merced a los aparatos y dispositivos artificiales que tienen en su interior físico: marcapasos, stents, implantes cocleares, implantes dentales, brazos, piernas, rodillas y codos artificiales. Sin lugar a dudas, hay muchos más dispositivos que desconozco, pero es seguro que los humanos no nacemos con ellos. Según Launius, ya hemos comenzado a convertirnos en cyborgs.

Es evidente que se necesita un enorme salto tecnológico para pasar de unos pocos implantes artificiales a tener la capacidad de sobrevivir en atmósferas extraterrestres. Pero al final es sólo una cuestión de asignarle el tiempo y los recursos humanos y económicos apropiados. Lo realmente importante son las implicancias éticas, morales y tal vez religiosas que la idea conlleva.

El dilema ético radica en si podemos justificar los cambios que tenemos que hacer para que sobreviva la especie humana, aunque esos cambios den como resultado algo diferente al ser humano que conocemos. ¿Esta nueva especie tendrá sólo una simulación de la conducta humana?, ¿tendrá las intuiciones y sensibilidades morales que nos caracterizan? Si realmente proponemos la colonización del espacio como la mejor solución, ¿seremos los aprendices de brujos de los futuros Terminators?

Aún falta mucho para tomar decisiones al respecto, y hay multitud de problemas más acuciantes en el corto plazo. Pero el largo plazo siempre llega y los pensadores más lúcidos deben iniciar el debate. Se trata, nada más y nada menos, que la supervivencia de la especie humana.

viernes, 10 de septiembre de 2010

SOBRE HOMBRES Y MÁQUINAS


El sociólogo norteamericano Clifford Naas acaba de publicar un libro titulado “The man who lied to his laptop” (El hombre que le mintió a su computadora portátil). Es un título bastante “marketinero”, aunque ciertas afirmaciones que realiza el autor en el libro son interesantes para el análisis.

Naas, en su último año como estudiante de Ciencias de la Computación, decidió hacer un curso en Sociología y se encontró con la posibilidad de entrelazar ambos campos de la ciencia para investigar cómo se están dando las interacciones entre los humanos y las computadoras.

El principal descubrimiento de Naas es que tratamos, en cierto grado, a las computadoras como si fueran humanas. Entre los diversos experimentos realizados para confirmar esta hipótesis, Naas indica aquel donde un conjunto de personas tenían que calificar a un software. La evaluación se hizo en dos grupos de máquinas: en una de esos grupos el software estaba siendo usado desde hace tiempo; en el otro grupo el programa no estaba siendo usado y se lo cargó sólo para la prueba. En forma consistente, el programa recibió mejores calificaciones en el primer grupo de computadoras: un comportamiento del tipo “no voy a herir los sentimientos de la computadora donde el programa hace tiempo que está instalado”.

En otro experimento, un grupo de voluntarios tenían que realizar una serie de tareas en diversas computadoras. A cada máquina se le asignó una persona y se le agregó un pedazo de tela roja o azul, como si formaran parte de un equipo. A los participantes se les hizo un montón de preguntas, aunque la única que le interesaba a Naas era si calificaban igual a las de su equipo que a las del otro. Nueva sorpresa: la mayoría de los voluntarios del equipo rojo calificó a las computadoras que tenían la tela roja como mejores, más rápidas y más amigables, comparadas con las que tenían la tela azul. La misma conducta se verificó con los integrantes del otro equipo. Es el tema de la identificación con un equipo que miles de empresas en el mundo tratan de obtener de sus empleados.

Otro experimento interesante se relacionó con cómo lograr que la gente nos revele información. Un conjunto de voluntarios interactuó con un programa que les informaba lo siguiente: “La mayoría de las computadoras tienen hoy en día 2Mb de memoria; como soy un modelo antiguo, sólo tengo 1 Mb de memoria. ¿Con qué cosas se siente usted inadecuado?”. Los participantes se mostraron más favorables a revelar información privada cuando se encontraron con un programa que les mostraba “su situación particular”. Algo parecido se dio cuando, tras usar un programa de búsqueda poco amigable, se les pidió a los voluntarios que optimizaran los parámetros de la pantalla. La conducta de los participantes también fue poco amigable, muy diferente a la del grupo que le tocó un programa de búsquedas muy amigable: éstos últimos completaron todas las tareas necesarias para mejorar la pantalla.

A partir de sus estudios, Naas propone una serie de sugerencias para los diseñadores de productos tecnológicos: que el teléfono celular cambie automáticamente la velocidad y cadencia de nuestra voz para tratar de adaptarse al ritmo de nuestro interlocutor al otro lado de la línea; que los sistemas tipo GPS incorporen elementos del lenguaje natural, tal como decir “de vuelta a la izquierda después del supermercado”, en vez de “gire a la izquierda en 30 metros”.

No sólo pasamos cada vez más tiempo frente a una computadora, sino que comenzamos a asignarles conductas humanas. A pesar de la tendencia hacia la superpoblación, ¿vamos camino a un futuro cercano con mayor interacción humano-máquina respecto a la interacción entre seres humanos?

Como todo buen escritor de ciencia ficción, Isaac Asimov en su libro “El sol desnudo” pronostica un mundo donde no hay contactos entre los seres humanos, quienes sólo interactúan con máquinas y con robots.

sábado, 4 de septiembre de 2010

BUCKYBALL




Quien acostumbre realizar sus búsquedas vía Google, encontrará hoy que la segunda “o” del logo de la empresa está reemplazada por un esquema interactivo que es una mezcla de pelota de fútbol con molécula química.


No se equivoca porque es ambas cosas a la vez: se trata de la “buckyball” o del buckminsterfullereno C60. Es una molécula que tiene una forma muy particular y está compuesta exclusivamente por 60 átomos de carbono. Esta molécula fue descubierta hace exactamente 25 años atrás por investigadores científicos de la Universidad Rice en Texas, Estados Unidos. La Academia Sueca otorgó a los descubridores de la molécula el Premio Nobel de Química de 1996.


Todos conocemos dos formas estables (alotrópicas) del carbono: diamante y grafito. Los fullerenos son la tercera forma estable del carbono y tienen formas esféricas, elipsoidales o cilíndricas.


Existe una gran variedad de fullerenos esféricos, que tienen variaciones en sus estructuras. El buckminsterfullereno o C60 fue el primero en ser descubierto y es el más conocido por su forma de domo geodésico. Es la molécula de fullereno más pequeña en la cual se verifica que dos pentágonos nunca comparten una arista en común, lo que da como resultado una resistencia extraordinaria a la tensión.


Los fullerenos no son sólo apreciados por su estética, sino también por sus aplicaciones en productos electrónicos, nanotecnológicos y en otras ramas de la ciencia y la tecnología.


En un post publicado el 12 de diciembre de 2007 escribí lo siguiente en relación a la buckyball: La revolución en el diseño de los balones se dio en el Mundial de México 1970 y fue impulsado por la televisación de los partidos en vivo y en directo. El modelo “Telstar” desarrollado por la empresa Adidas fue la primera de las “Bucky balls”.


El ingeniero norteamericano Richard Buckminster Fuller confiaba poderosamente en las habilidades creativas del ser humano y en la perspectiva de un futuro mejor a partir de los nuevos desarrollos tecnológicos y de una “ciencia del diseño” que fuera solucionando uno tras otro los diferentes problemas que afectaban a la humanidad.


La muerte de su pequeña hija de 4 años, debido a problemas en la vivienda que habitaban, lo impulsó a dedicarse al diseño y construcción de edificios. Investigó arduamente sobre estructuras, nuevos materiales y diferentes técnicas de construcción buscando soluciones que involucraran el mínimo consumo de materiales y energía. Se interesó particularmente en el diseño de objetos que se armaban a partir de varias partes pequeñas e idénticas.

En 1949, Buckminster Fuller construye el domo geodésico: un novedoso edificio de diseño futurístico constituido por una red altamente compleja de triángulos idénticos que forman una superficie prácticamente esférica. La similitud entre los triángulos simplifica enormemente la construcción del domo y le otorga a la estructura una resistencia superior comparado con edificios construidos con la misma cantidad de materiales. Consideremos la cáscara de un huevo: es un material débil y quebradizo, pero cuando adopta la forma ovoide su resistencia a la tensión crece enormemente.


Los diseñadores de Adidas se inspiraron en el domo geodésico de Buckminster Fuller para crear la pelota utilizada en el Mundial de México de 1970, denominada “Telstar” por el satélite que permitió la transmisión de los partidos. La pelota, rebautizada “Buckminster Ball” o “Bucky ball”, consistía en 20 superficies hexagonales (objetos con 6 lados) y 12 superficies pentagonales (objetos con 5 lados) cosidos juntos para conformar una superficie casi esférica. Desde el punto de vista geométrico, es un icosahedro truncado –un polígono con 60 vértices y 32 caras–, 12 de esas caras eran pentágonos negros y 20 eran hexágonos blancos que permitían su visualización en los televisores blanco y negro que eran mayoría para la época”.